Llega una edad en la que te preguntas que hacer de la vida, dónde esta el amor si es que existe, comenzas por aceptar que todos venden cartón pintado, cargas la mochila con más cosas que las necesarias, te vestis monocromático solo para seguirle la corriente a la moda estudiantil solo para darte cuenta que sos el único que mira la luna por las noches, que conoce a Dickens y que sabe quien es Cary Grant.
Un buen día te encontras rodeado de libros, sentado frente a un cuaderno en blanco esperando saciar las ansias de tu locura. Sí, los escritores estamos "locos". No es solo el cliché, es parte del oficio así como el gato negro, una vida sentimental turbulenta y sentirse Dios por un rato cuando jugas con la vida de tus personajes. Puede ser una carretera en Estados Unidos, la tierra que vio nacer a Arturo o los balcones de París.
La neo bohemia ofrece un sinfín de nuevos recovecos en donde adentrarse para volver a la esencia de ser escritor: cervezas importadas, lentes de pasta como Ginsberg, mapas de ciudades a las que no da el presupuesto viajar, libros reeditados, lugares donde comer algo tranquilo y pensar. Ese es el mayor desafío de todos, pensar se vuelve imprescindible. En el momento de la creación te volves casi paranoico con el mundo que armaste en la ficción. Estar en todos los detalles, las luces, las sombras, el pasado y el presente de los personajes, el color del cielo la tarde en que cruza un puente imaginario y se encuentra con su pasado. Todo, absolutamente todo se tiene en cuenta al punto de ver y sentir la ficción.
En mi caso particular, me enfrente no solo a mi primer novela sino tb a mis demonios internos acompañados de nieve y largas tardes frente a la computadora. Es mentira que todo es ficción y no se desliza nada de la realidad, directa o indirectamente es inevitable. Los paisajes del fin del mundo se convirtieron en principio de mi existencia, de varios inviernos tras la ventana, de conectarme con Dublín y de un adolescente llamado Thomas que no deja de luchar por encontrar su vida (pura ficción eh!). Se puede decir que tengo la colección de camisas de Enrique Muiño, la mirada de Betty Davis en "Qué fue de Baby Jane?", el peinado de Justin Bieber, los lentes de Cary Grant e incluso la impronta de Jake Keroauc por querer hablar al mundo de su propia locura pero la cuestión es que estoy en proceso de hacerme un nombre de propio y de pasar a formar parte de un inconsciente colectivo que lleva años esperándome.
Nos estamos leyendo!
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