Allá por 2013 surgió la necesidad de tener un poco de playa, palmeras y una compañia agradable al lado pero todo condujo a una pelea, exceso de uso de what´s app y un viaje en solitario a la tierra caribeña.
Mi primera vez en Ezeiza fue mágica podría decirse. Apenas atravecé las puertas con valija en mano sonaba de fondo "Aprender a volar" de Patricia Sosa (sí, de película pero tb así lo fue la vuelta).
Con una pequeña escala en Lima y dos aviones más en ese mismo día el agotamiento era notable. Ademas de la necesidad de descansar, comer algo y luchar con las "Grandes Esperanzas" de Dickens. Habiendo leído previamente "Oliver Twist" jamás creí que el autor podía ser aún más trágico en una historia pero así fue. Las desventuras de "Pip" por encontrar su sentido en la vida acompañado de una merienda de tres hamburguesas completas y dos vasos de piña colada a orillas de la pileta no dejaron de ser melancólicas.
Los días se hicieron largos, los amaneceres impresionantes y la arena demasiada... el calor recalcitrante, poco bronceador y el hecho de que hacía 15 años que no veraneaba hicieron que mis pies, uno en particular, quedaran como empanadas gallegas y para el último día no podía levantarme (literal).
Estube cerca de media hora tratando de levantarme pero a fuerza de voluntad y de quedarme en posición de "palomita" pude darme una ducha, armar la valija e incluso llegar hasta el hall del hotel. Luego de estar tirado en el sillón junto a una comitiva de jubilados españoles vino el transfer y así partí hacía el aeropuerto de la isla. El dolor se hacía insoportable hasta que en plena fila del mostrador tuve que ponerme en posición de grulla (Sí, onda Karate Kid) y pedí, casí bordo de verguenza un par de muletas...a lo que apareció un guardia y me sentó de sopetón en una silla de ruedas, cazé la valija y una pequeña comitiva de argentinos mayores (de cincuenta y tantos pa´arriba) nos siguió para no perderse. Así fue que llegue a Caracas.
Ese mismo día había estado la presidente en la asunción del presidecto electo y estaba todo convulsionado así que hubo una serie de chistes al respecto. Uno de los guardias del aeropuerto me condujo (aun en la silla) hasta la parte de vuelos internacionales con toda la comitiva de argentinos detrás. Tengo que agregar que yo estaba con una camisa verde manga cortas con un bronceado caribeño. Restaban unas dos horas para el siguiente vuelo y no tuve más remedio que salir a recorrer el aeropuerto de Caracas en silla de ruedas...solo. Después de unos 15 minutos logré la marcha atrás, doblar a ambos costados y deslizarme por los pasillos al grito de "wiiiiiiiiiiiii" una vez que le ponía envión. Paseé por varios lugares, ví vidrieras, comí en un Burguer King e incluso entre al Free Shop y compre chocolates...y al momento de pagar la cuenta me coloqué en la fila de gente como uno más pues había olvidado mi penosa situación hasta que una mujer que permanecía delante de mí se dió vuelta y me cedió el lugar. Rogué a todo santo q se me vino a la mente no encontrarme con nadie conocido pq le hubiera provocado un colapso nervioso y de hecho no saque fotos pq pasaba del humor negro para mi gusto.
Una vez llegado a Buenos Aires evité avisarle a alguien y volví solo en un remis al oeste y de allí al hospital para confirmar que no tenía un esguince sino quemaduras graves por el sol.